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martes, 14 de febrero de 2012

Jessica, la ecologista


Y allí estaba ella, Jessica Packer, una chica rubia de pelo largo, era alta y delgada, tenia17 años. Estudiaba en el colegio Merston Higt, en Estados Unidos. Tenia una gran pasión por la naturaleza y los animales, concretamente por los perros, le gustaba estudiar su comportamiento y su adiestramiento. Miraba con tristeza cómo sus amigos destrozaban la corteza de aquel antiguo y robusto roble, grabando todo tipo de palabras y dibujos, arrancando su corteza a pedazos. La sabia le resbalaba por la poca madera externa que le quedaba. Jessica no podía soportar a la gente que destrozaba la naturaleza, y menos se les podía llamar a aquellos monstruos amigos. Prefiriendo no ver aquel desastre, se fue. Sin despedirse, ya no lo soportaba más. Puso rumbo a casa.
Cuado entró por la puerta, muy enfada subió las escaleras a pisotones y entro en su cuarto.
Cogió su libro de biología y comenzó a estudiar su asignatura favorita, fue entonces cuando sonó el gemido de dolor de un cachorro de perro, justo en frente de su casa. Miró por su ventana y vio una figura con un cachorro cogido del cuello, le estaba gritando y ella no entendía porqué. Salió de su pequeña habitación y bajó las escaleras corriendo, abrió la puerta y el individuo escapó dejando caer con brusquedad al pequeño cachorro. Jessica llegó tan rápido como pudo hasta el pequeño animalito. Supo por el conocimiento que tenia, que era un Golden Retriever de dos meses. Estaba desaliñado y sucio, tenia miedo y una expresión entristecida. A pesar de que a su madre no le gustaban los animales, Jessica decidió acogerle sin ni siquiera preguntar a su familia. Le bañó con suavidad y le peinó, cuando terminó el color del pelaje de pequeño perro quedó de un tono amarillo cerca de dorado, que ya parecía un poco mas un Golden Retriever. No pudo ponerle nombre, era demasiado pequeño para saber si era macho o hembra y prefirió esperar. El pequeño, no todavía no confiaba demasiado en su protectora pero él dejó que le cogiera en brazos para enseñárselo a su madre.
Después de una larga discusión acaban por quedarse al pequeño cachorro.



Pasado un año, Chees, el perro de Jessica que resultó ser una hembra, era ya adulta y perfectamente entrenada para la protección de su ama. Jessica había visto muchas de las cosas que hacían sus antiguos amigos. Cierto día, en el parque de Salem, estaban Chees y su querida ama y, por casualidad, también aquella banda que se divertía destrozando la naturaleza. Estaban sentados  cerca de la zona en la que Jessica le solía lanzar siempre la pelota a Chees, que  la mayoría de las veces la cogía al vuelo. Aquel grupo estaba formado por dos chicas y otros dos chicos que no entendían de respeto. Tenían los cuatro, un estilo de vestir algo macabro y fuera de lo normal. Fue entonces cuando, mientras jugaba con Chees, agudizó el oído y escuchó su conversación. El chico más alto, se llamaba Coocker, era el cabecilla del grupo. Jessica consiguió entender a la perfección la conversación.
-Vamos a amargarle la existencia a algún bicho- Dijo una chica de cabello oscuro a mechas rojas, cuyo nombre Jessica no recordaba.
-OK, Mandy- Respondió por todos los demás aquella persona la que en su día Jessy había llamado mejor amiga, se llamaba Jenny.
Cuando las dos chicas ya se habían levantado del césped, el chico más menudo cambió de tema, sabia que Jessica les estaba escuchando. Se llamaba Alfred Goordom, pero todos le llamaban por su apellido.
-         ¡Eh¡ Esperad - Dijo estando todavía sentado - ¿Recordáis cuando Coocker robó aquel desastroso perro y comenzó a gritarle? – Gritó entre risas intentando que Jessica le oyera para enojarla.
-         ¡Calla¡ - Le espetó a Goordom, dándose cuenta él también de que su antigua amiga estaba cerca.
Cuando la voz de Coocker se escuchó, Chees la reconoció al momento y, asustada corrió hacia Jessica sin ni siquiera coger la pelota que le acababa de lanzar, ésta fue la gota que colmó el vaso.
Cogió la correa de su mascota y se la ató al collar, se dirigieron hacia casa a pensar cómo actuar. Después de mucho cavilar a Jessica se le ocurrieron dos opciones: denunciarles o hacerles pagar por todo lo que habían hecho por su cuenta. Se decidió por la primera, y en ese mismo momento recogió pequeño bolso color metal del suelo y sacó su teléfono móvil. Llamó a la policía, lo que iba a suceder. Explicó todo lo que habían hecho aquellos monstruos, y con mucha más insistencia aquello que le había hecho Cooker a Chees  y pidió una investigación. El hombre que estaba al teléfono le respondió que enviaría un mensaje al departamento de espionaje y le respondería al día siguiente si enviaran a alguien para investigar.
Eran ya las once de la mañana en Salem, y el móvil de Jessica la despertó, era un numero privado, y contestó insegura era del departamento de espionaje, desgraciadamente no consideraban aquel un caso de tal importancia como para abrir una investigación. Jessica perdió toda esperanza y miró a Chees que por lo despierta que estaba, le daba la sensación de que ya llevaba largo tiempo despierta tumbada en su cojín particular esperando a su paseo matutino. La verdad era que aquella llamada había quitado todas las ganas de la joven de hacer cualquier cosa. Pero los perros son una gran responsabilidad, así que cogió la correa y Chees ladró de alegría. Esta vez salieron a pasear junto al río, y mientras Chees caminaba tranquilamente junto a ella, recordó que ya solo podía pararles ella sola.
Paso frente a un callejón estrecho pero largo ,lleno de basura. Allí había una perra mestiza parecida a un Samoyedo, amamantando a sus cachorros estaba inquieta en aquel lugar pero debía permanecer quieta para alimentar a sus pequeños. Jessica se quedó mirando con ternura pero a la vez tristeza, Chees tiró de la correa asustada, para irse del callejón y esconderse. Tal fue el tirón que se llevó a su dueña consigo. Esta asomó la cabeza por la esquina y en ese momento comprendió a Chees, su antigua banda se acercaba. Se agachó para tranquilizar a su mascota y armarla de valor, cuando lo consiguió volvió a mirar, los individuos llevaban cajas de petardos en las manos y Jessica se temió lo peor, pensaban atormentar a aquella mestiza y su camada. Jessy estaba segura de que si le quitaba la correa a Chees, no escaparía sino que iría con ella a cualquier parte. U dueña tenia pensado ir a proteger a aquella perrita que no podía tener mas de dos años. Soltó a Chees que miro hacia Jessica con decisión, y ésta entro junto a su perra en el callejón. Antes de que encendieran los petardos ella se puso entra perra y el grupo de jóvenes que se disponía a gastarle aquella bromita al animal. Jessica comenzó su discurso:
-¿ Por que hacéis esto? ¿ Os perece gracioso? ¿Es que es así como vosotros os divertís?- Dijo sorprendida por aquella voz con tanto valor.
En ese momento estalló una tormenta de carcajadas por parte del otro bando.
-Ja, ja, ja, si, ¿ Es qué te molestamos?- Mandy le espetó con aire de superioridad.
-¡Si! ¡ Y no solo a mi, sino a la naturaleza, a los animales y a las plantas! ¡No lo entendéis! ¡No os dais cuenta del daño que estáis causando!- Contestó Jessica desesperada.
-¿ Y que nos vas hacer? ¿ Nos vas a mandar a nuestro cuarto castigados?- La chulería de Goordom ponía a Jessy de los nervios.
Se armó de valor y dijo con valentía – No, pero puedo llamar a la policía.- Y en esto sacó su teléfono móvil del estrecho y pequeño bolsillo  de su pantalón de deporte. Este acto hizo que la expresión de sus caras cambiara a modo asustado, lo que Chees percibió y dio un paso al frente moviendo la cola de lado a lado para hacer retumbar un fuerte ladrido en el callejón.
Con todo esto los chicos cogieron a toda velocidad sus cajas de petardos, que ya habían depositado en el suelo, y corrieron escapando de aquel lugar. Jessica se dio por satisfecha y  se agachó para acariciar a su mascota, y pusieron rumbo a casa.
Por la tarde, justo después de comer, llevó a Chees al parque para jugar con la pelota, y Jessy se sorprendió al saber lo que veían sus ojos , sus antiguos amigos estaban allí sentados sin hacer nada sospechoso con ropa mas normal de la que llevaban anteriormente, Jessica supo que habían comprendido lo que hacían y ésta no dudó en volver a estar con ellos.
Desde entonces no hubo ninguna otra locura y todos volvieron a ser tan amigos como antes, aunque Chees tardara en acostumbrarse.   


                     


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